domingo, 31 de octubre de 2010

Muñeca Rota



En una casa del Sur de Andalucía,
  habitaba abandonada y sombría,
 una muñeca.

Mirada perdida, sonrisa rota,
vestido gastado.

Como única compañía,
un reloj atrasado.

Su cuerpo de porcelana
yace estriado,
en el suelo inerte y cascarillado.

Tic Tac, Tic tac,

Noche de brujas...
eco de tumba,
del reloj pararon ya las agujas.

Tic...

Busca un lugar donde esconderte,
no creas que no podrá verte.

Noche de brujas...
eco de tumba,
del reloj se movieron ya,
las agujas.


Tic Tac, Tic Tac,

Grito de muerte

Tic... Tac,

Jamás...
debiste perderte.


FIN




Llegó Halloween, y con la voz más tenebrosa que pude poner, se me ocurrió escribir y narrar este poema oscuro (un poco light :P).

Ojalá os guste... ¡Feliz Halloween! :)

lunes, 11 de octubre de 2010

Receta de Amor



Cuando Lucy miró el calendario que colgaba sobre su viejo caldero, recordó, que tan solo le quedaba una semana, para cumplir 38 años. Miró el reflejo de su rostro cansado en la ventana y se preguntó por que ella, la mas conocedora de pócimas y hechizos, jamás había encontrado el amor.

Todas sus compañeras brujas, disfrutaban de hogares repletos de criaturas y de la compañía de un amor, todas, menos ella.

Que misterio, que acertijo, que secreto ancestral poseía el amor, para no haber hallado jamás su receta... el ronroneo incesante de su gato, que pasaba rozando sus piernas, la distrajo por un momento de sus pensamientos. Se agachó y lo tomó en brazos, mientras los grandes y amarillos ojos de Ovalon se clavaban en los suyos.

-Ya no voy a esperar más a nadie, me rindo, no voy a buscar más el amor- se dijo, mientras dejaba de nuevo en el suelo, a su hermoso gato negro.

Al día siguiente la lechuza la despertó como siempre, a las seis de la mañana y mientras se incorporaba en su cama recordó, que ese día, debía ser distinto...

Ya no buscaría al pasear una mirada que se posara en ella, ni reiría sin ganas las gracias del apuesto Alquimista de la esquina esperando así una cita, tampoco iría a beber brebajes en compañía del primer mago que se lo pidiera... A partir de ahora, disfrutaría de su propia compañía.

Sacudió entonces el pequeño saquito que colgaba de su cinturón y el tintineo le hizo saber, que aun le quedaban algunas monedas y pensó que estaría bien comprarse un bonito vestido, pero esta vez, fijándose en como le hacia sentir a ella, no como antes, que estaba mas preocupada en averiguar si el vestido le hacia más esbelta o atractiva.

Ovalon la siguió camino abajo por el paseo de los abedules, hasta que se topó con los puntiagudos zapatos de su ama, que se habían detenido de forma brusca, ante un enorme cristal que mostraba un hermoso y largo vestido azul oscuro, con diminutas piedras blancas y brillantes.

-Wooow... - exclamó la brujita, que miró impresionada el vestido mas bonito, que había visto en su vida. Pero no sabía si decidirse a entrar... ese vestido, le parecía demasiado para ella, llevarlo sería como llevar un cielo lleno de estrellas.

Al verse de nuevo reflejada en el escaparate, pensó en la nueva vida que había decidido y se atrevió finalmente a entrar.

Al salir de la tienda con el vestido ya comprado, no pudo resistirse a dar unos saltitos de alegría en mitad de la calle y al observar que algunos transeúntes, la miraban extrañados, se le escapo una risa juguetona:

-ji ji ji ¡Buenos días!- y siguió su camino ...


Al llegar a casa, sacó su vestido del elegante paquete en el que venia envuelto y lo extendió sobre la cama. A la luz de las velas era aun mas hermoso.

Ovalon subió encima de la cama, olfateó el vestido y se sentó junto a él, mientras contemplaba como su ama bailaba y correteaba por la casa hasta arrodillarse junto a un enorme baúl de madera, que agarró sujetando una de sus asas y lo arrastró hasta llevarlo cerca del vestido.

-¡Mira Ovalon! -dijo al abrir el baúl dejando así a la vista, una colección de sombreros digna de cualquier bruja que se precie. Ovalon al escuchar su nombre, maulló, echándose en la cama y dejando al aire su preciosa barriguita esperando así, las caricias de su ama.

-Siempre que he ido a algún lugar nuevo me he comprado un sombrero, por que me encantan, tengo devoción por ellos... ¿pero sabes por que están casi sin estrenar? por que soy muy alta y con ellos aun lo soy más, pero como ya no me tengo que preocupar tanto de como me pueden ver los demás, pienso elegir uno que encaje con mi nuevo vestido y esta noche... ¡nos vamos al teatro! ¿que te parece Ovalon?- el gatito ajeno a la proposición, estaba ahora, más entretenido en atrapar un pequeño hilo que sobresalía de la almohada-.

Llegó la hora de ir al teatro, Lucy, vestida y arreglada, subió a su escoba y Ovalon se sentó a su lado.

Cuando la obra había dado comienzo en el maravilloso teatro al aire libre de Moonborn, allá arriba, en el cielo, se podía divisar a la hermosa brujita con su gatito negro al lado, ambos absortos por el movimiento de los actores.

En un descanso, Lucy miró al cielo... -Ovalon... ¿no te parece que hoy las estrellas brillan más que nunca?- el gatito subió a las faldas de su ama.

-Tu si que eres un fiel amigo, siempre a mi lado, desde que te encontré en mi puerta hace ya dos años...- sus ojos se clavaron en los ojos de Ovalon, que eran de un amarillo intenso y Lucy sonrió sintiendo que verdaderamente ya era feliz, simplemente... no se había dado cuenta.

Los días pasaron y la brujita fue redescubriendo cosas que tenia olvidadas, disfrutando de momentos nuevos, convirtiéndose en su mejor amiga y amándose como jamás nadie la había amado.

Cuando llegó la noche ultima antes de su cumpleaños, se sentó en la alfombra a la luz de la chimenea rodeada de brebajes, chocolates y viejas fotografías. Recuerdos que en ocasiones le apenaban.

Tomando, comiendo y llorando, fue tirando una a una cada fotografía y recuerdo a la chimenea, era necesario zanjar ya todo aquello que venia arrastrando y olvidarse para siempre, del peso que en ocasiones le impedía alzar el vuelo.

Cuando terminó, exhausta y algo mareada, se durmió echada en la alfombra.

A la mañana siguiente, el día de su cumpleaños, los primeros rayitos de sol que se colaron por la ventana, besaron sus ojitos hinchados de tanto llorar, ella molesta por la luz comenzó a parpadear hasta que los abrió del todo. Entonces le pareció ver, aunque un poco borroso, unos pies desnudos de espaldas a ella junto a la puerta que estaba abierta, subió entonces la vista y a aquellos pies le seguían unas torneadas y firmes piernas, una espalda ancha y musculosa y un cabello largo y liso, color negro azabache que caía sobre los hombros, del desconocido desnudo... ¡que tenia en su puerta!

Ella se incorporó de un salto quedando sentada en la alfombra, con la cara llena de chocolate, los ojos hinchados y el pelo todo enmarañado, su respiración comenzó a agitarse y el hombre se giró lentamente... hasta fijar sus grandes ojos amarillos, en los de ella.

-O..O... ¿Ovalon??

El hombre entonces, esbozó... una preciosa y dulce sonrisa.



Receta de Amor

Ingredientes:

·200 gr de autoestima.

·200 gr de soledad disfrutada.

·200 gr de mimarse y cuidarse.

·200 gr de hacer lo que a uno le venga en gana.

·80 gr de ser uno mismo siempre.

·5 gr de sorpresa.


Preparación:

Funde despacio tus penas en un cazo. Cuando tu estado de animo esté más uniforme añadiremos la autoestima y removeremos bien hasta obtener una mezcla homogénea. Bate en una ensaladera los mimos y la soledad disfrutada e incorpórale un terrón de azúcar, añade lo que te apetezca en cada momento, se tu mismo y sigue batiendo fuertemente para evitar que se formen grumos.

Incorpora cuidadosamente la sorpresa a punto de nieve. Vierte la mezcla en un cazo de esperanza e introdúcelo en tu corazón, precalentado a mediana potencia dejándolo cocer, cuando quieras darte cuenta, ya estará listo.

Para servirlo no olvides lo más importante: No busques, relájate y déjate sorprender, el amor podría aparecer, hoy mismo en tu puerta.



Espero que os haya gustado.

¡Besitos, cosquillas y sueños! ^_^

domingo, 8 de agosto de 2010

Hay una sirena en mi pecera



Martín llegó a su casa, con la camisa por fuera y la corbata desatada, cerró la puerta y colgó la chaqueta que llevaba en el brazo, mientras las palabras: "Lo sentimos, esta usted despedido" retumbaban aun en su cabeza.

Arrastrando los pies y cabizbajo, se acercó al sofá donde se dejo caer, se quitó los zapatos y se quedó ahí, pensativo, mirando al techo.

Cuando habían transcurrido cuatro horas, notó la garganta seca y se dispuso a coger una cerveza fría de la nevera, cuando al pasar por su pecera... advirtió algo, que se movía veloz.

-¿Como?- exclamó, mientras se acercaba despacio a la pecera y sus ojos se iban agrandando según se aproximaba a ella.

-Pe... ¿pero que es esto?- se comentó a si mismo, mientras tenia ante sus narices a una pequeñísima sirena, de melena larga y ojos diminutamente verdes.

La pequeña sirena, al advertir su presencia, se detuvo y llevándose las manos a la boca, dio un pequeño respingo asustada y se fue rápidamente a esconder, dentro de una concha morada, que decoraba discreta, la pecera de Martín.

El muchacho no lo podía creer... se tocó la frente y pensó que había sido un día muy duro y que quizá era mejor irse a dormir, antes de acabar perdiendo la cabeza.

A la mañana siguiente, aun con los ojos pegados, se dirigió a la pecera a dar de comer a sus peces como cada día. Abrió el pequeño botecito blanco, cogió una pizca con los dedos y lo espolvoreó dentro de la pecera, se incorporó y dio media vuelta, cuando de repente...

Recordó la extraña visión del día anterior, se volvió a girar hacia la pecera con los ojos bien abiertos y... ¡ahí estaba la diminuta sirena! mirándolo desde el otro lado del cristal, con el cejo fruncido y sacudiéndose del pelo, muy molesta, los trocitos de comida que Martín acababa de espolvorear.

-¡Dios mio eres real!- dijo acercando su cara al cristal.

Entonces la sirena se sentó de espaldas a él con los brazos cruzados.

-¡No pequeñita! No te enfades, perdón, no quise llenarte de eso, lo siento mucho- dijo mientras golpeaba con un dedito, el cristal de la pecera.

La Sirena, al escuchar los golpecitos, se giró despacio aun con los brazos cruzados y la carita medio enfadada, pero al ver los ojitos apenados de Martín, se acercó ondeando su cola y le mostró una sonrisa amplia y simpática.

-Eres preciosa...- le susurró con una cálida sonrisa, mientras acariciaba su pelo a través del cristal.

Los días pasaron y Martín comenzó a buscar trabajo, cada día llegaba agotado y triste, pero al llegar a casa, allí estaba su pequeña amiga, siempre con una sonrisa saludándole desde la pecera.

Él se sentaba a su lado y le explicaba sus temores, sus sueños, sus anécdotas... pese a no estar muy seguro si ella alcanzaba a oírle o a entenderle. Al anochecer, el joven limpiaba y preparaba pescado de diferentes formas y sabores, el suyo salteado ligeramente en la sartén y el de ella crudo, cortado muy finito y sin espinas. El joven lo introducía despacito en la pecera y ella lo iba colocando en una cascara de almeja que usaba como plato.


Así transcurrieron los días, hasta que un día llegando Martín de su jornada diaria de buscar empleo, contempló perplejo que su amiguita, su dulce sirenita, estaba echada en su concha, encogida y con un semblante muy triste.

-¿Eh, chiquitita que ocurre?- le preguntó con mucha dulzura. La Sirenita lo miró e hizo una ligera mueca intentando sonreír.

-¡Oh no! ¿estas enferma? Dios mio y ahora que hago... ¿a quien puedo acudir?- El muchacho se puso muy nervioso y comenzó a deambular desesperadamente por la casa.

Después de caminar un buen rato, una idea alcanzó su mente -¡ya esta! Te voy a llevar al mar, seguramente ese sea tu hábitat natural y quizá allí te pongas bien, te soltaré despacito y si no te recuperas pensaremos otra cosa, pero no te voy a dejar así preciosa, te lo prometo.

Martín buscó una pequeña red, que usaba para sacar los peces cuando tenia que limpiar el acuario y la usó para coger a su querida amiga y depositarla dentro de un recipiente de cristal lleno de agua que cerró con un tapón grande, para evitar que se derramara durante el viaje.

Juntos emprendieron un viaje al norte de su país, en donde estaba el mar mas cercano, una vez allí alquiló un barco por unas horas a unos marineros y uno de ellos se ofreció a llevarlo mar adentro.

Una vez dentro del barco, Martín colocó de forma segura el recipiente que contenía a su amiga, encima de una toalla bien colocada y lo tapó con otra dejando oculta a la pequeña sirena.

-Espera un poco amiguita, que ya llegamos- se dijo para si mismo mientras observaba las maniobras del marinero para zarpar.

El barco se iba adentrando en aquellas aguas de azul intenso, mientras los reflejos dorados del sol, se reflejaban en los ojos de Martín, que se levantó y caminó poco a poco hasta apoyarse en una de las barandillas.

Contemplando la inmensidad que le rodeaba, allí de pie, agarrado y quieto, con los ojos cerrados inspirando intensamente los olores que le invadían, una fuerza inmensa expandió sus pulmones, aceleró su corazón y un enorme cosquilleo apareció en la planta de sus pies.

En ese instante, se sintió más vivo que en toda su vida, en ese instante, sintió lo más parecido a estar enamorado, en ese instante... supo que ese era su lugar y su destino, que había nacido para surcar los mares, para navegar. Alzó los brazos al aire y comenzó a gritar de felicidad.

-¡Oiga! ¿Se encuentra bien?- le preguntó algo desconcertado el marinero.

-¡Si señor! Estupendamente ¡mejor que en toda mi vida!- se dirigió de un salto al recipiente oculto entre las toallas, donde estaba escondida su amiguita.

Levantó la toalla y ahí estaba el recipiente, completamente cerrado, tal y como él lo había dejado, pero... no había ni rastro... de la pequeña Sirena.
Con este cuento quise continuar en la linea de "El Unicornio", un elemento fantástico que aparece en la vida de las personas cuando están pasando por un mal momento y desapareciendo después, dejando la incógnita.

La imagen que he elegido para protagonizar el vídeo es de la Ilustradora: "Penny Parker".


Espero que os haya gustado, estaba un poquito afónica, espero que no se notara mucho en la grabación.

¡Hasta pronto! :)


jueves, 24 de junio de 2010

El Unicornio

                     

Matilda cerró los ojos y cuando los volvió abrir había un unicornio enorme y blanco dentro de su habitación. Se quedó atónita, mirando hacia aquel animal de proporciones gigantes, comparado con su pequeño cuerpo de niña.

Ese grandioso animal estaba junto a la ventana, que estaba abierta como lo había estado hacia ya un tiempo, desde que el calor se había instalado en esas noches de verano.

Su pecho y su respiración empezaron a agitarse de tal modo, que casi se podía escuchar por toda la habitación el latido de su corazón.

En ese instante el majestuoso animal relinchó moviendo la cabeza de arriba abajo, hecho que hizo asustarse a la niña que de un salto se sentó en la cama escapándosele un: -¡ayyyyyy! Y agarrando bien fuerte las sabanas consiguió balbucear un: -¿hoolaa?

El unicornio volvió a relinchar y ella lanzó un gritito que sofocó al taparse hasta arriba con las mantas, entonces recordó lo que su mama le decía cuando tenia miedo por alguna pesadilla… “cierra los ojos, respira hondo y relájate, cuando los abras aquello que te perturba ya se habrá ido”.

Matilda cerró los ojos, respiró hondo y de repente un silencio enorme invadió la habitación, abrió los ojos despacio y se asomó tímidamente entre las sabanas mirando hacia el rincón donde estaba el unicornio y... ahí seguía!!! No podía ser... ahí estaba quieto y tranquilo mirando hacia ella. ¡No era un sueño! ¡Había un unicornio en su habitación!

Decidió ser valiente y levantarse de la cama e ir despacio hacia el animal, cuando ya estaba a solo unos centímetros de él, el caballo volvió a relinchar y esta vez llenó las zapatillas de Matilda de saliva: ¡¡aaaaaaaaaaayy!! -Gritó la niña que retrocedió lo más deprisa que pudo y acabó de nuevo en la cama.

-Por favor caballito, ¡para de hacer eso! -gritó la niña que se quedó arrodillada encima de la cama.

Lo intentó de nuevo y avanzó hacia el unicornio lentamente, cuando al fin lo tuvo bien cerca se sintió diminuta al lado de él y miró impresionada su largo y brillante cuerno. El unicornio acarició con su cara la cara de la niña y después sacó su gran y viscosa lengua y se la paso a la niña por la cara.

- ¡iiiuuug!- dijo la niña riendo sin parar- ¡me has llenado de babas!

-Dios, ¡que bonito eres! Nunca había tenido un animal ¡tan bonito y grande!

-Mmm... necesitas un nombre, caballito, ¿como te voy a llamar?- el unicornio relinchó de nuevo, pero esta vez Matilda no se asustó.

– ¡Ya sé! Relincho, ¡te vas a llamar Relincho!

-Bien relincho, seguro tienes hambre, ¿a que si?

-¿Que te puedo dar de comer?

-Sara, tiene en su granja caballos y les da heno… mmm... pero nosotros aquí, en casa, no tenemos de eso… y creo que les da también… ¡ah! ¡zanahorias!

-Espera aquí Relincho, que te voy a traer muchas zanahorias.

Matilda bajó deprisa las escaleras, que separaban la parte de arriba de la casa con las otras dependencias, corrió hacia la cocina, abrió la nevera y consiguió varias zanahorias, después salió a fuera y agarró uno de los cubos que su madre usaba para refrescar el patio, lo llenó de agua bien fresca y lo subió todo a la habitación.

Nadie en la casa, se percató, de los vaivenes de la niña, ni de los golpes y ruidos de su habitación, nadie se fijo en el comportamiento extraño de Matilda, pese a estar la casa llena de gente… estaban sus padres, sus tíos, sus primos, todos los familiares que vivían en las cercanías y los más lejanos, todos habían llegado hacia una semana, cuando Carlitos desapareció.

Carlitos, el hermano menor de Matilda, se había perdido hacia una semana en el bosque, salió a jugar como muchas mañanas pero esta vez no regresó.

Nadie hablaba de ello con Matilda, estaban demasiado ocupados organizando partidas de búsqueda, hablando con la policía…

La niña dejó el cubo de agua en el suelo y se dispuso a dar una a una, las zanahorias a Relincho. Cuando el unicornio acabó de comer y de beber, Matilda se subió encima de la cama para poder montarlo mejor. Una vez encima de su maravilloso unicornio corrieron por la habitación, ella no paraba de reír y gritar de alegría.

Más tarde, se quitó su bata y le dio vuelta, por dentro era de un azul cielo brillante y se la vistió así, al revés y buscó en su caja de diademas una dorada y brillante que le regaló su prima Elvira hacia tiempo.

Vestida con su batita azul brillante y su dorada diadema en la cabeza, jugó a ser una princesa que estaba en apuros y un príncipe montado encima de Relincho, la rescataba de las garras de un dragón verde y feo.

Al anochecer, exhausta se metió en la cama y el unicornio le ayudó con su boca a arroparse, ella acarició la cabeza de su nuevo amigo y la besó:

- Buenas noches caballito, que descanses.

Así transcurrieron cuatro días… hasta que una mañana, a la niña le despertaron unos gritos lejanos, la casa entera parecía que se movía, se levantó de un salto y miró por la ventana.

– ¡Carlitos! ¡Carlitos ha vuelto!-gritó la niña saltando de alegría mientras abrazaba y besaba a su unicornio.

-¡Relincho, mi hermanito ha vuelto y está bien!- abrazó de nuevo con fuerza a su amigo, le besó y se fue corriendo escaleras abajo saltando los escalones de cuatro en cuatro.

- ¡Carlitos! ¡Carlitos!–fue abriéndose paso entre todos los familiares, que rodeaban a su hermano y al fin alcanzó a su hermanito, cuando lo tuvo enfrente se abalanzó sobre él, lo abrazó y lo besó sin parar, mientras unas enormes lágrimas bañaban su cara.

Al fin podía llorar, desde que había desaparecido su hermano, no había podido derramar ni una sola de sus lágrimas, no sabía muy bien por qué.

Mientras seguía abrazando a su hermano, escuchó como sus padres agradecían a un matrimonio de pastores, el que encontraran y cuidarán de su hijo hasta que pudieron traerlo de vuelta.


Entonces Matilda, recordó una cosa…

-¡Ven Carlitos! –cogió del brazo a su hermano y se lo llevó casi en volandas, adentro de la casa.

-¡Matilda hija! ¿a donde te llevas a tu hermano?-gritó su mamá.

-¡A mi cuarto, mamá! ¡Ya volvemos!

-¡Ven carlitos! shhh... te tengo que presentar a un amigo, cuando lo veas no te lo vas a poder creer… ¡te va a encantar! ¡jajaja!

Matilda llegó a la puerta de su habitación, exaltada y feliz como nunca lo había estado antes, la abrió despacito, ante la mirada expectante y curiosa de su hermano, pero una vez abierta... en ella no había ni rastro del unicornio.

-¿Relincho?? –dijo la niña recorriendo toda la habitación.

– Uh Carlitos, que pena… me hubiera gustado tanto que lo conocieras.

Aquí comienza la aventura, con este pequeño cuento que espero os guste ^_^